13 noviembre 2009

Este finde Proyectamos El Nadador


En algún lugar alguien viaja furiosamente hacia ti,
a increíble velocidad, viaja día y noche,
a través de ventiscas y el ardor del desierto,
cruzando torrentes, salva estrechos pasos.
¿Pero sabrá él dónde hallarte,
reconocerte cuando te vea,
darte lo que tiene para ti?

Poco crece aquí,
mas los graneros estallan con comida
los sacos de alimentos apilados a los armarios.
El arroyo corre con dulzura, cebando el pez;
oscuridad de aves en el cielo. ¿Es suficiente
que el plato de leche sea puesto por la noche,

que pensemos en él a veces,
a veces y siempre, con mixtos sentimientos?



At North Farm

Somewhere someone is traveling furiously toward you,
At incredible speed, traveling day and night,
Through blizzards and desert heat, across torrents, through narrow passes.
But will he know where to find you,
Recognize you when he sees you,
Give you the thing he has for you?

Hardly anything grows here,
Yet the granaries are bursting with meal,
The sacks of meal piled to the rafters.
The streams run with sweetness, fattening fish;
Birds darken the sky. Is it enough
That the dish of milk is set out at night,
That we think of him sometimes,
Sometimes and always, with mixed feelings?

Imagen y mas aqui.

12 noviembre 2009

Lo que me ocupa ahora y lo que me tuvo ocupado antes

Articulo de Enrique Vila-Matas el 24/05/2008

Café Perec

La vida instrucciones de uso fue para muchos el último acontecimiento de la novela moderna. Bolaño recogió el guante lanzado por el autor francés.

Qué sucede cuando la gente no tiene el mismo sentido del humor? No reaccionan adecuadamente entre sí. Es lo que acaba de ocurrirme con el camarero de este Café Tabac de la plaza de Saint-Sulpice, café Perec para algunos. Decía Wittgenstein que, cuando la gente no comparte el mismo humor, es como si entre ciertos individuos existiese la costumbre de que una persona arrojara un balón a otra, y se estableciera que la otra persona tenía que atraparlo y devolverlo, y que algunas, en lugar de devolverlo, se lo metieran en el bolsillo. Decido olvidarme del camarero de humor distinto y miro hacia la iglesia de Saint-Sulpice. Estoy en el mismo lugar de observación desde el que Georges Perec, en los años setenta, se dedicaba a catalogar esta plaza y anotar de ella muy especialmente "lo que generalmente no se anota, lo que se nota, lo que no tiene importancia, lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes". Aquí escribió Tentativa de agotar un lugar parisino, un libro que consistía en una meticulosa larga lista de lo que había visto en la plaza a lo largo de varios días diferentes. En su momento lo leí con infinita diversión. Allí había anotado Perec todo lo que pasaba cuando no pasaba nada y había excluido de su lista sólo lo que pudiera resultar demasiado trascendente, y sobre todo lo que ya estaba "suficientemente catalogado, inventariado, fotografiado, contado o enumerado".

Estoy en el mismo lugar de observación desde el que Perec se dedicaba a anotar "lo que pasa cuando no pasa nada"

Apuro mi café y tengo un recuerdo para 'El salto en paracaídas', un breve texto genial, incluido en Nací. Cuando aún era un tierno principiante, hacia 1959, al final de una reunión del grupo de la revista Arguments, Perec pidió la palabra, y su intervención tuvo alguien la ocurrencia de grabarla. Feliz ocurrencia. Perec contó de forma tan inspirada como tartamuda una experiencia muy personal ("la cuento porque estoy un poco... porque he bebido un poco"), una aventura de su breve paso por el paracaidismo y la historia de cómo llegó a comprender que, en la literatura y en la vida, era absolutamente necesario lanzarse, tirarse al vacío, "para persuadirse de que eso podría quizá tener un sentido que incluso uno mismo ignorase".

Entre los libros de primera hora que me cambiaron la vida estuvieron siempre los de Perec, libros que recuerdo haber leído fascinado, devolviéndole al autor, página a página, cada uno de los eufóricos balones que lanzaba. Desde el primer momento, vi que Perec era inseparable de Roussel y de Kafka, precisamente los otros dos escritores que entonces más me interesaban, pues me habían demostrado que en novela era posible hacer cosas muy distintas de las que se predicaban en mi tierra. En aquellos días, por lo que fuera, todo a veces se producía de la forma más sencilla. Y así Kafka, Roussel y Perec llegaron a mí con la máxima naturalidad, casi juntos, y después lo hicieron libros también decisivos como el ensayo novelado Maupassant y "el otro", donde Alberto Savinio, con el pretexto de hablar de Maupassant, acababa hablando de todo, y para eso le bastaba con asociar cualquier idea con el dichoso tema central, en realidad ausente. O libros como El mito trágico de "El Ángelus" de Millet, de Salvador Dalí, cuyo atractivo método de trabajo, alejado de todos los dogmas sobre la novela, se basaba también en asociaciones de ideas, asociaciones que se desplegaban en un tapiz que, al dispararse en todos los itinerarios posibles, acababa por convertirse en inagotable.

Pasa un autobús de la línea 63, y lo anoto -como todo- meticulosamente. Pasa luego uno de la línea 96, que va a Montparnasse. Frío seco, cielo gris. Pasa una mujer elegante llevando tallos en alto, un gran ramo de flores. El 96 es el mismo autobús que Perec atrapara en sus apuntes, y el mismo que luego me trasladará a mi hotel aquí en París, el Littré. Un rayo de sol. Viento. Un mehari verde. Lejano vuelo de palomas. Instantes de vacío. Ningún coche. Después cinco. Después uno. "La trama es una vulgaridad burguesa". Le adjudico la frase a Nabokov. "El estilo avanza dando triunfales zancadas, la trama camina detrás arrastrando los pies", recuerdo que respondió John Banville en una entrevista.

Es posible que estas dos citas sean como lanzar un balón que no van a devolvernos nunca todos aquellos que tienen todavía el humor de situar la trama decimonónica en un pedestal absoluto. La novela del futuro verá esa trama como una simpleza que hizo furor en cierta época y se reirá de un tópico que me machacó durante mi primera juventud, esa idea de que la novela -"como bien saben en el mundo anglosajón"- ha de privilegiar siempre la trama. Hoy me alegro de haber visto pronto que aquella idea británica sobre la novela, como sucedía con tantas otras, no tenía por qué considerarla una regla inamovible. Me moría de risa el día en que le escuché a Kurt Vonnegut decir que las tramas en realidad eran sólo unas cuantas y no era necesario darles demasiada importancia, bastaba con incorporar -casi al azar- una cualquiera de ellas al libro que estuviéramos escribiendo y de esta forma disponer de más tiempo para la forja de lo que realmente habría de importarnos: el estilo.

¿Y cuáles eran esas tramas? Vonnegut se las sabía de memoria, tenía una lista muy perecquiana: "Alguien se mete en un lío y luego se sale de él; alguien pierde algo y lo recupera; alguien es víctima de una injusticia y se venga; el caso conmovedor de Cenicienta; alguien empieza a ir cuesta abajo y así continúa; dos se enamoran, y mucha otra gente se entromete; una persona virtuosa es acusada falsamente de haber pecado o de haber cometido un crimen; una persona se enfrenta a un desafío con valentía, y tiene éxito o fracasa; alguien inicia una investigación para conocer la verdad de un asunto...".

¿Y qué sucede cuando no ocurre nada? Que termina uno a veces por acordarse de los orígenes de su fascinación por las tramas no convencionales y recuerda cuando descubrió que se podían construir libros libres, de estructuras inéditas, con asociaciones y cavilaciones en torno a centros ausentes... Son las doce y doce de la mañana. Pasa un camión Printemps Brumell. Viento. Pienso en métodos construidos con hiperasociaciones de ideas que -como en libros de Savinio o Dalí- no agotan nunca el tema en estudio y observación. Sin duda, una obra maestra absoluta de ese nuevo género fue la hipernovela La vida instrucciones de uso, donde se daban cita todas las tramas de Vonnegut, que de paso eran dinamitadas, en una operación parecida a la de Flaubert cuando en Madame Bovary acabó con el realismo a base de llevarlo hasta su extremo máximo y ser el más realista de todos. Pienso en los veintinueve años y once meses que se cumplen desde que apareciera La vida instrucciones de uso, un libro al que Italo Calvino, por variadas razones -"el compendio de una serie de saberes que dan forma a una imagen del mundo, el sentido del hoy que está también hecho de acumulación del pasado y de vértigo del vacío"- consideraba como el último verdadero acontecimiento en la historia de la novela: puzle en el que el propio puzle da al libro el tema de la trama y el modelo formal, y donde el proyecto estructural y la poesía más alta conviven con asombrosa naturalidad.

De hecho, durante un largo tiempo La vida instrucciones de uso fue para muchos, en efecto, el último verdadero acontecimiento de la novela moderna. Después, vendría un gran libro de Roberto Bolaño, Los detectives salvajes, que recogía con extraordinaria osadía y talento el guante lanzado por Perec. Día de cielo gris, frío seco. Viento. Pasa un señor con aspecto de secretario "provisionalmente definitivo" de alguna sociedad secreta de inventores de aforismos. Parece salido de una de las páginas más divertidas de Pensar / Clasificar. Podría llamarse perfectamente Bénabou. Pasa otro autobús de la línea 63. Pasa el 96. Lasitud de los ojos. Risas sofocadas. Distintos humores. Voy anotando. Alguien mueve un visillo. Tañidos de la campana de Saint-Sulpice. Se acumula el pasado y al mismo tiempo el vértigo de un vacío, lo que también anoto debidamente.

05 noviembre 2009

WBK al megafono


Pudo haberlos detenido.
Solo tenía que decir "NO".
No tiene empuje.
No tiene orgullo.
Ya no tiene valor para la compañía.


24 septiembre 2009

Yokoo o si o si

"Cuando un hombre no responde a las motivaciones que regulan el mundo material, ese mundo parece sumergirse en un completo reposo. Para los ojos del Gran Sacerdote, el mundo sólo ofrecía reposo, estaba reducido a un dibujo, al mapa de cierta tierra extranjera. Cuando se ha alcanzado el estado de ánimo en el cual las pasiones indignas del mundo han desaparecido, también se olvida el temor. Es por esta razón que el Sacerdote no podía explicarse la existencia del Infierno. Sabía, más allá de toda duda, que el mundo no ejercía ya ningún poder sobre él, pero como carecía por completo de soberbia no se detenía a pensar que ello se debía a su enorme virtud."
Yukio Mishima - El sacerdote y su amor


Ilustracion: Tadanori Yokoo

22 septiembre 2009

Un Poco de Rigor

Desayunando esta mañana vi unas imagenes que me produjeron cierto desazon.

El escenario era el portal de una casa, exterior noche, iluminacion a base de farola, focos de coches y sirenas. Del portal salen dos operarios con una camilla, sobre esta una bolsa blanca agarrada con correas que contiene un cadaver. Un operario va delante con una carpeta en mano y solo se gira cuando llegan a la altura de la ambulancia. Entonces deposita la carpeta sobre la bolsa, se agacha y ayuda al otro a subir la camilla al vehiculo.

Fin de la escena.

Lo inquietante son las acciones del otro operario. Rebobinemos.

El portal esta vacio, aparece en escena la camilla, pero no va horizontal, la bolsa esta en una posicion extraña, mas que una camilla es una especie de carricoche que en el breve transito del portal al vehiculo el segundo operario maneja solo.Mediante golpecitos acompañados de unos crujidos metalicos se va tranformando en el elemento horizontal que conocemos.

Tal vez alguien mas pragmatico que yo considere que esa camilla articulada es un gran invento. Con varias posiciones permite pasar por huecos estrecho y subir a ascensores de cualquier tamaño. Incluso para bajar escaleras permite colocarla como una carretilla y una sola persona la maneja con facilidad.

Pero yo soy una mente enferma y no puedo dejar de pensar en el cadaver dentro de la bolsa doblandose con cada crujido metalico. Es como si el muerto se convirtiera en una serpiente de Rubik.

Tal vez las viejas parihuelas fueran más incomodas de manejar, pero no todo puede plegarse a la funcionalidad tan moderna ella.

Yo agradeceria un poco mas de rigor (mortis).


15 septiembre 2009

WBK esperando el Terror


"No soy periodista. Soy colaboradora. Y la voz del pueblo. Para que os enteréis todos"

Belen "Marat" Esteban

25 agosto 2009

Oral Make Mine Marvel

The Amazing! Incredible! Uncanny Oral History of Marvel Comics
by Sean T. Collins in Maxim



THE GOLDEN AGE

Before Marvel became the near-billion-dollar entertainment juggernaut it is today, the company started as humble Timely Comics. This disposa-ble pulp factory from publisher Martin Goodman—staffed by a skeleton crew of teens and twentysomethings—launched in 1939 with Marvel Comics #1, starring Carl Burgos and Bill Everett’s grim, garish heroes the Human Torch and Namor the Sub-Mariner, respectively. Far from hoping to build a multimedia empire, staffers Joe Simon, Jack Kirby, and Stan Lee (above) just wanted to make a living.

Joe Simon (editor, 1939–1941; cocreator of Captain America): This was the Depression, and I was out of a job. An art director in New York looked at my portfolio and suggested a new type of magazine making a lot of waves—comic books.

Stan Lee (editor in chief, 1941–1942, 1945–1972; cocreator of Spider-Man, X-Men, the Hulk, the Fantastic Four, Iron Man, Thor, Dr. Strange, and Daredevil): My cousin’s husband, Martin Goodman, published men’s magazines, romance magazines, pulps, all kinds of things. His philosophy was: Find out what’s selling and copy it. He was the great follower.

Joe Simon: We had the Human Torch and the Sub-Mariner. [Writer-artist] Jack Kirby and I used to get ideas and put them on our shelves. We didn’t trust anybody in those days. When Martin Goodman came to me and asked if I had anything, there was almost a whole issue of Captain America ready to go.

Stan Lee: I heard that Martin needed an assistant, so I figured I might as well get out into the real world. I’m still waiting to get out there.

Joe Simon: Stan Lee used to follow us around. He was our little kid, made us laugh. Kirby hated him from the beginning. I thought he was cute.

Stan Lee: I don’t think becoming editor in chief had to do with my qualifications—there was nobody else.

Joe Simon: The royalty Martin paid us was never realistic. We got a little pissed off.

Stan Lee: Suddenly, Kirby and Simon left. Martin looked around and said, “Hey, do you think you could hold down this job until I can get an adult?”

Joe Simon: Stan was always embarrassed about being related to Martin. Three years ago he called me and said, “When I do interviews, I tell the story that I was walking down the hall and ran into Martin, and Martin says, ‘What are you doing here?’ I tell Martin, ‘I work here,’ and Martin says, ‘Wow, that’s a coincidence!’” I said, “Stan, that couldn’t have happened.” He says, “Why not?” “We didn’t have a hall.”



THE MARVEL UNIVERSE"S BIG BANG

When the superhero craze died down after World War II, Goodman ordered his comics company—renamed Atlas in 1951—to crank out romances, westerns, funny animal books, horror stories, anything that sold. It wasn’t until the fall of 1961, when Goodman instructed Lee to chase the sales of rival publisher DC’s Justice League of America, that Stan and Jack Kirby (now back in the fold) really struck out on their own with The Fantastic Four #1. An instant sales phenomenon, rivaled the next summer with the debut of Spider-Man, the book gave birth to the shared world of heroes and villains known as the Marvel Universe. Its flawed characters appeared in one another’s comics, teamed up against one another’s enemies, and learned from their experiences. Kicking off a comic book revival known as the Silver Age, it changed the industry forever.

Stan Lee: I felt I wasn’t getting anywhere. I used to say to my wife, “Should the company go out of business”—and once or twice we came close—“what do I do?” You couldn’t go to Time magazine and say, “I wanna write for you. I used to write Silly Seal and Ziggy Pig.” I loved doing comics, but where was the future?

Joe Sinnott (Fantastic Four inker, 1965–1981): At the time Stan created the Fantastic Four, we thought it was just another story. We were wrong.

Roy Thomas (editor in chief, 1972–1974; Conan the Barbarian writer, 1970–1980; cocreator of Red Sonja and Iron Fist): I bought Fantastic Four #1 off the stands. I fell in love with the Thing.

Joe Sinnott: Stan mailed me Fantastic Four #5 to work on. I had never seen anything like that before.

Marv Wolfman (editor in chief, 1975–1976; cocreator of Blade): The characters acted very differently from the other comics. They weren’t always friendly, and they seemed to live between episodes. That idea of continuity was picked up by all media, not just superhero comics. In the past every episode of a TV show was stand-alone. Marvel changed that.

Stan Lee: Before we did Fantastic Four, we might get one letter saying, “I bought one of your books and the staple came out. I want my dime back.” I’d hang it on the wall and say, “Look, we got a fan letter!” As soon as we brought out the Fantastic Four, we started getting real letters. You didn’t need a house to fall on you to realize you were onto something.

Joe Sinnott: That’s when comic books took off—the second coming of the Superhero Age.

Stan Lee: I’d say to myself, “What kind of character hasn’t been done yet?” With Spider-Man I was just trying to think of a superpower that no one had used.

Brian K. Vaughan (Lost writer, 2007–2009; cocreator of Runaways and the Hood): If you’re an awkward nerd, it’s a slam dunk to read about Peter Parker, who is an awkward nerd with money problems and girl problems, but gets to live this other life as a wisecracking hero.

Stan Lee: We couldn’t do enough superhero books. Everybody was clamoring for them.

Brian K. Vaughan: In a couple of years, they created dozens of characters that have lasted decades and become hit movie franchises. It’s totally unbelievable how hard that is to do. It’s like the Beatles.



MAKE MINE MARVEL

For a baby boomer audience quickly outgrowing the simplistic, square-jawed superheroics of DC’s Superman, Batman, and the Flash, Lee and company’s heroes were perfect: angsty, intelligent, rejected by society, even beset by physical handicaps. Pre-emo teens looking for an outlet and college kids eager to expand their minds helped nearly double Marvel’s annual sales in four years. While artists like Kirby and Steve Ditko added personal style and psychedelic flourishes to Lee’s soap-operatic stories, Lee became an in-demand speaker on campuses and a fixture in the comics’ letters column, painting Marvel as one big, happy family fans were welcome to join.

Stan Lee: I worked with the most brilliant artists: Jack Kirby, Steve Ditko, John Romita Sr., John Buscema, Gil Kane, Gene Colan, Dick Ayers. I don’t think we’d have been so successful if not for those guys.

Louise Simonson (X-Men line writer-editor, 1980–1991): Jack Kirby is the Picasso of American comic books. The man was a genius.

Gary Groth (The Comics Journal editor, 1976–present; copublisher of Ghost World): There was a lot of pain in Kirby’s work. Ben Grimm was always pissed off about being the Thing, the Hulk was in a constant state of angst— these guys clearly suffered!

Jim Steranko (Strange Tales; Nick Fury, Agent of S.H.I.E.L.D. writer-artist, 1966–1968): Marvel was in a different dimension than DC. One embraced a bravura ideology; the other was pragmatic and elitist. One was exhilarating; the other, exhausting.

Gary Groth: Kirby drew buildings and boulders and streets that felt real, whereas the same landscapes at DC looked like they were all made out of balsa wood. His fight scenes were down-and-dirty, where people really looked like they were pummeling each other.

Chris Claremont (Uncanny X-Men writer, 1975–1991): DC’s theory was that you cycled through an audience every three years. Stan’s revolutionary concept was, Why not just keep moving ahead?

John Romita Jr. (Amazing Spider-Man, X-Men, Daredevil artist, 1978–present): My father was working for DC, and he would bring home Superman. It was so childish to me—and I was a kid! But then he left to work on Daredevil. He’d explain it: “This is Daredevil, and he’s blind.” “He’s blind? He’s surrounded! How’s he gonna get out of there?” I was hooked.

Walt Simonson (The Mighty Thor writer-artist, 1983–1987): I was in college, and I wrote to Marvel and asked for a copy of Journey Into Mystery #122. One day a copy showed up with a card that said, “Couldn’t let you down. Enjoy the comic—from Stan and the gang.” I went bat-shit.

Herb Trimpe (The Incredible Hulk artist, 1968–1977; cocreator of Wolverine): The office was laid-back—no cards, no ID, no locks—you just walked in. Sometimes fans would come in, and if someone wasn’t busy they’d show them around.

Stan Lee: After a while Jack and Steve especially were practically doing whole plots. I might have been writing an X-Men story for Jack when Steve Ditko would say, “I need the next Spider-Man story.” I couldn’t let Steve stand around with nothing to do, so I’d say, “Steve, I don’t have the script, but let’s get a villain called the Vulture; he does this and that, and then Spidey ends up beating him this way in the end. Draw it any way you want.” Jack and Steve were so imaginative—I’d just tie everything together with dialogue. I loved them. I was very sorry when they left. “Very sorry” is putting it mildly.



CHANGING OF THE GUARD

In 1967 Marvel’s Spider-Man and Fantastic Four first hit the small screen in cartoon form—the opening salvo in a cultural explosion that included Spider-Man Underoos and Paul McCartney writing songs about Magneto. But Ditko had abruptly quit. Three years later Jack Kirby departed for archrival DC. Even Stan Lee left his writing and editing duties behind in 1972 when Cadence Industries (Marvel’s owner) made him the company’s publisher.

As the “Holy Trinity” faded, a younger generation—fans first, creators second—took the reins and began crafting characters with a darker edge: Blade, Ghost Rider, Iron Fist, Luke Cage, even the
satirical Howard the Duck. Though they never reached the Silver Age’s success, Marvel’s ’70s crew laid the groundwork for huge growth by revamping a failed Lee-Kirby concept: the X-Men.

Stan Lee: Really, I’m not sure what the hell happened with Jack quitting. I was the face of the company, and I’m guessing he felt, “Jesus, we’re doing this together, and he’s getting so much credit.” With Steve, again, I’m guessing—he never said why he left. I asked him once, and he said, “You should know!”

Roy Thomas: After a few years at DC, Jack wanted to come back, but he knew he had set a few fires. Stan hadn’t been too happy about this [DC character] Funky Flashman that Jack had based on him. Jack joked, “Well, it was all in fun.” It wasn’t all in fun.

Len Wein (editor in chief, 1974–1975; cocreator of Wolverine; editor of DC Comics’ Watchmen):
We were a bunch of kids running a comic book company. If anybody wore socks, it was a big day.

Herb Trimpe: We did a lot of throwaway characters for the Hulk to fight—they came in one issue and were out in the next. Wolverine was one of those.

Len Wein: Roy Thomas gave me the name Wolverine. They’re nasty little creatures with razor-sharp claws. It was the easiest thing in the world to develop. I made him a mutant because there had been some talk about reviving the dormant X-Men book. Nobody intended him to be a superstar.

Chris Claremont: We just wanted to have fun. What were the most outrageous things we could do?

Bob Harras (editor in chief, 1995–2000): X-Men was what Marvel was about: being different and misunderstood and yet still striving to do good despite the world looking at you with doubt and suspicion.


RENAISSANCE MEN

As astute an editor as he was combative a personality, Jim Shooter ushered in a new era when he became editor in chief in 1978. Under Shooter the rights and royalties afforded to Marvel’s writers and artists improved, as did the accessibility of their story lines. Taking advantage of the new “direct market” of comic book stores, X-Men killed off S&M-tinged leading lady Jean Grey, the Phoenix, and its circulation went through the roof. Shooter’s Secret Wars series proved that editorially driven “crossover” titles could drive the bottom line, while cutting-edge work like Frank Miller’s Daredevil ushered in a creative renaissance.

Yet at the same time, an ongoing dispute with Jack Kirby over thousands of pages of original art Marvel refused to return to him gave the company a major black eye. Meanwhile, Shooter’s battles with both talent and management became legendary.

Jim Shooter: When I took over, it was a train wreck.

Marv Wolfman: Jim ruined things for a lot of people, and a lot of us left after that point.

Walt Simonson: But when Phoenix died, that catapulted the X-Men into the stratosphere.

Len Wein: Jean had destroyed the planet of the broccoli people or whatever, and Jim said she had
to pay for her crime. It got a lot of press—people weren’t ready for a superhero to die.

Louise Simonson: Death sold. Comic shop owners were calling up saying, “Which book is it going to be where everybody dies? We want a whole lot of those.”

Jim Shooter: Everybody reads about how I demanded they kill Phoenix. Nobody reads about a couple of months later when Claremont buys his mother an airplane with the money he made.

Jim Lee (Uncanny X-Men artist and X-Men writer-artist, 1990–1992): It was the franchise. Nothing could touch it.

Jim Shooter: When I was editing Chris’ stuff, I’d have to say things like, “You cannot have the professor dressed in transvestite bondage gear.” The editor would tell Chris, and he’d lose his mind.

Tom DeFalco (editor in chief, 1987–1994): Shooter got the trains to run on time, he had a lot of great ideas, and he assembled an incredible crew.

Frank Miller (Daredevil writer-artist,1979–1983, 1986): I felt comfortable with Daredevil. He couldn’t do the extraordinary stuff, so I could get closer to the crime stories I wanted to do.

Jim Shooter: We invented the mega-crossover, got all the good guys and all the bad guys in one series. They’d say, “30-year-old fans hate it.” So what? The kids are what’s important. To this day there are people who blame me for all kinds of things. The whole situation with Kirby—I had a say? It was the board of directors, the lawyers, the principals.

Gary Groth: I remember one particularly grotesque moment on a pro-Kirby panel at San Diego during which Shooter got into a screaming match with Kirby’s wife, Roz. It was unbelievable.

Tom Brevoort (executive editor, 2007–present): There were a lot of bitter enemies at Marvel who would cross the street to avoid each other on the sidewalk, but they totally agreed on Jim. Some good comics came out, but the word was that he was making everyone crazy.

Jim Shooter: The board of directors took the company private and immediately tried to sell it. I thought it was a scam to cheat the stockholders. They had to get rid of me. But we had a mini-golden-era.



THE BOOM AND THE BUST

As pop culture went grunge, Marvel Comics went glitz. Purchased by Revlon cosmetics mogul Ron Perelman in 1989, the company embarked on an orgy of expansion, purchasing trading card companies, toy manufacturers, comics distributors, and more. A new breed of flashy, ambitious young artists like Todd McFarlane and Jim Lee became nearly as famous to fans as the characters they drew. The hit series of these young Turks—Spider-Man, X-Force, X-Men—purged veteran talent like Claremont, attracted “speculators” looking to buy future collector’s items, and shattered sales records.

But greed wasn’t good. When McFarlane, Lee, and five other superstars quit Marvel to form their own company, Marvel resorted to convoluted crossovers and multiple gimmick covers in a desperate attempt to maintain sales. Speculators vanished, forcing the direct market’s collapse. Meanwhile, Perelman’s overreach earned Marvel a mountain of debt. A decade that began with blockbusters ended in bankruptcy.

Todd McFarlane (Amazing Spider-Man artist and Spider-Man writer-artist, 1988–1991): That was the heyday, I’m telling you. Life was pretty good.

Tom Brevoort: Everyone had expense accounts. Christmas parties became decadent affairs—the hotel in Grand Central Station, big ice sculptures of Spider-Man, crazy DJs in a control room like Pro-fessor X. It was an insane spectacle of excess.

Chris Claremont: Regimes changed, attitudes changed. Some people felt that X-Men needed stirring up. I’m not the one to ask.

Jim Lee: As far as Chris Claremont, he didn’t see eye to eye with the execs on the future of the X-Men. The company won out. I learned that you just rented time on characters you didn’t own—though you were literally bringing them to life month in, month out.

Todd McFarlane: I set a sales record, then all of a sudden they thought my stories were too dark. I was like, “I’m selling more books than anybody else in North America! Why are we even having this conversation?”

Joe Quesada (editor in chief, 2000–present): Marvel was a place you could go to make money. But if you wanted to be treated like an artist and a human being, you didn’t want to be there.

Todd McFarlane: Those of us who left were the rebels. But there was very little downside. If I said
to Marvel, “I’m tired of running my own company. Can I do Spider-Man again?”—what, they’re gonna say, “No”?

Tom DeFalco: Marvel had this genius who decided if you’re doing 120 titles and you cut it down to 60, they’d sell twice as well. I laughed in his face.

Bob Harras: Crossovers became a cross you had to bear, because they’d work.

Bill Jemas (COO and president of publishing, 2000–2004): Marvel Comics were almost unintelligible. Each new story tied into every other story for 40 years. The learning curve was so steep that it was all but impossible to sell comics to kids.

Tom Brevoort: Perelman’s company used Marvel stock to buy up everything. When the market
slipped, suddenly there was a huge amount of debt that didn’t have anything to do with Marvel.

Tom DeFalco: Because we only went up seven percent and didn’t do the normal double digits, they got rid of me. A year later they went bankrupt.

Tom Brevoort: The offices were empty, like a ghost town. They were shortsighted and arrogant the way they ran the place. But I think Perelman personally walked away with $800 million out of this, so it was shortsighted in a profitable way.



NU-MARVEL

When writer, artist, and self-publisher Joe Quesada and his partner Jimmy Palmiotti made a deal with Marvel to create an independent imprint called Marvel Knights in 1998, few could have imagined that Quesada and his cohorts—"Clerks" director Kevin Smith, indie crime writer Brian Michael Bendis, maverick Scottish writers Grant Morrison and Mark Millar—would soon be handed the keys to the kingdom. Marvel had emerged from bankruptcy and had nowhere to go but up. Teaming with controversial president Bill Jemas, Quesada gave edgy creators carte blanche. Some fans were incensed, but many more were enthralled.

Joe Quesada: Marvel was spending too much time writing love letters to the past. Nostalgia can put you out of business because you’re only appealing to a dying fan base.

Mark Millar (Ultimates writer, 2000–present): They tried radicalism. Thankfully, radicalism worked.

Grant Morrison (New X-Men writer, 2001–2004): We felt anything could happen. There was this sense that we’d taken over the principal’s office.

Mark Millar: The guys that made Marvel a success in the early 2000s were from the risky areas of the industry and guys like Kevin Smith who’d come from independent film. We’d say, “Let’s take these things everyone is obsessed with and start them over from scratch.” It was incredibly liberating.

Brian K. Vaughan: I’d e-mail Joe, “What if we did Spider-Man as a bad guy called the Hood?” He’d reply, “OK, your first script is due. Go.” It happened that fast.

Bill Jemas: I revealed the origin of Wolverine, banned smoking from the books, created a black Captain America. Sales picked up.



MARVEL GOES HOLLYWOOD

As it once again became the hottest property in comics, Marvel conquered Hollywood. First through outside studios, then in-house as Marvel Studios, the company’s movie operation launched a string of smashes. The X-Men and Spider-Man franchises played leapfrog with each other’s records, while the nearly universally acclaimed Iron Man showed Marvel could make hits all on its own. And everyone—not just fanboys—has ears wide open for any details about the upcoming Thor, Captain America, and Avengers movies. The one sour note is the issue of royalties, which are often few and far between for the characters’ creators; Stan Lee himself sued Marvel in 2002 for his slice of the Spider-Man pie.

Tom DeSanto (X-Men and X-2 executive producer): Comic book movies were considered box office poison after Batman & Robin came out, so when we released X-Men, the studio was just blindsided by the success. Spider-Man got green-lighted that Monday.

Sam Raimi (Spider-Man director): I felt a lot of pressure from the comics world. People want to be sure that the character they love is not being massacred.

Louis Leterrier (The Incredible Hulk director): Comic book fans are very vocal. It wasn’t like, “Don’t fuck it up or I’ll find you!” It was more, “Please, please, we hope someone comes along and does it justice.”

Joe Quesada: We’re very hands-on with the official made-by-Marvel movies. I remember a call late at night: “What do you think of Robert Downey Jr.?”

Frank Miller: In Iron Man the wit of the original Marvel comics was beautifully portrayed by Robert Downey Jr. The Incredible Hulk was extremely good, too. How do I put it? These movies feel drawn.

Stan Lee: What’s “your fair share”? Everybody thinks they deserve more than they got.

Len Wein: I have not seen a dime off of any Marvel stuff, nor do I have a credit on the Wolverine film. Hugh Jackman is a lovely man, and at the premiere he told the audience that he owed his career to
me and had me take a bow. It was very gratifying and very nice. I would have preferred a check.



WAR AND PEACE

Today Marvel is responsible for 46 percent of all the comics sold in the direct market. Their characters are a licensing bonanza for everything from Hulk Hands to the upcoming Spider-Man: Turn Off the Dark Broadway musical, featuring songs by Bono and the Edge. The company that sprang from the minds of Stan, Jack, and friends in 1939 has become a veritable universe of its own.

Brian K. Vaughan: Marvel and DC are my divorced mom and dad. DC is my stable, loving, nurturing mom. Marvel is my weird dad who lives in a condo and doesn’t know how to cook, but he’ll let you stay up until three in the morning watching RoboCop 2.

Stan Lee: I’m still the chairman emeritus of Marvel, although I have no idea what that title means. [Laughs] These characters are not really mine anymore. There are other people writing them, other people drawing them. Which is wonderful, it’s as it should be, but it’s hard for me to feel a sense of belonging to these characters when I have nothing to do with them anymore. I’m happy that they’ve succeeded, of course. I was always saying, “We should be another Disney!” And now we’re getting close.

02 julio 2009

«Ya somos el olvido que seremos» Decia el poema

Yo no me acuerdo ya del momento en que esta historia empieza para mí. Sé que fue el 25 de agosto de 1987, más o menos a las seis de la tarde, en la calle Argentina de Medellín, pero ya no me acuerdo bien del momento en que metí una mano en el bolsillo de un muerto y encontré un poema. En este caso tengo suerte; apunté en mi diario, aunque supongo que nunca pensé que lo fuera a olvidar, que había encontrado un poema en el bolsillo de mi padre muerto. Es un apunte muy breve: “Lo encontramos en un charco de sangre. Lo besé y aún estaba caliente. Pero quieto, quieto. La rabia casi no me dejaba salir las lágrimas. La tristeza no me permitía sentir toda la rabia. Mi mamá le quitó la argolla de matrimonio. Yo busqué en los bolsillos y encontré un poema”. Hasta ahí el diario, en la entrada del 4 de octubre del año 87.

Héctor Abad

La historia completa:

Parte 1
Parte 2
Parte 3

25 junio 2009

Queda entre borrachos




Dios da bebida a esos borrachos que se despiertan al amanecer
Farfullando sobre las rodillas de Belcebú, totalmente destrozados,
Cuando una vez más espían a través de las ventanas
Acechando, el terrible puente cortado del día.


Albert Finney es Malcolm Lowry...
o podria ser al reves...

22 junio 2009

Eco de Pupilas de Acero


Una muerte en la familia

James Agee

Voy a hablar ahora de las tardes de verano en Knoxville, Tennesse, durante la época de mi niñez en que tan feliz viví allí. Era como una especie de caserío habitado por gente de la clase media. Las casas, construidas entre los últimos años del siglo pasado y los primeros del actual, eran de madera, de medianas dimensiones, de bonito aspecto, con porches, con uno o dos resaltos a cada lado, patios delantero y laterales pequeños, un patio interior más espacioso que éstos, y árboles en todos ellos. Los árboles eran de madera blanda, álamos y tuliperos. Un par de casas tenían cerca, pero los patios estaban separados, a trechos, sólo por setos de poca altura. Eran contados los buenos amigos entre las personas mayores, y no eran éstas lo bastante modestas para tener un trato más íntimo; pero todos saludaban con una inclinación de cabeza y conversaban, hasta llegaban a charlar un rato de cosas triviales, y los habitantes de las casas contiguas sostenían conversaciones más largas cuando se veían. Nunca se visitaban. Los hombres eran casi todos pequeños comerciantes, dos de ellos desempeñaban cargos de poca responsabilidad, otro par ejercía oficios manuales y algunos eran empleados de escritorio; y en gran parte hallábanse entre los treinta y los cuarenta y cinco años de edad.


Pero yo hablo de aquellas tardes.

Se cenaba a las seis y se acababa ésta hacia las seis y media. Había aún luz del día, empañada, que brillaba suavemente como el interior de una concha marina. Las lámparas de carbón, en lo alto de las esquinas, estaban ya encendidas. Cantaban las cigarras, se mostraban las luciérnagas y unas cuantas ranas saltaban a la hierba llena de rocío al tiempo que salían los padres con sus niños. Los chiquillos echaban a correr como locos, llamándose a voces por sus nombres. Los padres se sentaban despacio, sujetos los pantalones con tirantes cruzados, y sus propios cuellos parecían más largos por haberse quitado el de la camisa. Las madres seguían en la cocina, lavando y secando, poniendo las cosas en su sitio, iban y venían sin dejar huella de sus pisadas, como los viajes que hacen toda su vida las abejas, midiendo el coco seco para el desayuno; cuando salían, ya sin delantal, mostraban las faldas mojadas, y se sentaban en mecedoras en los porches, en silencio.

No quiero referirme ahora a los juegos con que se divertían los niños por la tarde, sino a un ambiente contemporáneo que tenía poco que ver con ellos: el de los padres de familia, cada uno en su jardín, con la camisa que se les decoloraba a la luz artificial y el rostro gris, regando las plantas. Las mangueras eran de muy diversas formas; pero, generalmente, lanzaban un bonito chorro de espuma. La lanza yacía mojada en la mano que la sostenía, y había gotas de agua en el antebrazo derecho y el agua trazaba un cono largo y estrecho, curvado, produciendo un grato sonido. Al principio, el ruido de la lanza era violento; luego irregular, de ajuste, y después íbase suavizando hasta convertirse en un tono constante y perfectamente acordado con el volumen y el estilo del chorro, como un violín. ¡Cuántos tonos de sonido salen de una manguera! ¡Cuántas diferencias corales en aquellas mangueras que estaban al alcance del oído! Fuera de cada manguera, el silencio casi absoluto de la suelta, y el suave y corto arco de las gotas grandes desprendidas, silente como el aliento contenido, y el único ruido el grato son en las hojas y el césped al caer sobre ellos cada una de aquellas grandes gotas. Eso y el fuerte silbo con el impetuoso chorro; eso, y aquella impetuosidad haciéndose, no menor, sino más apacible y dulce al ser movida la lanza, hasta aquel murmullo extremadamente tierno cuando el agua no era más que una campana lejana que daba un toque para anunciar que podía romperse el silencio.

Aunque, mayormente, las mangueras estaban colocadas de manera muy parecida, con arreglo a un convenio entre la distancia y la suavidad de la espuma -había seguramente un sentido del arte detrás de ese convenio, y un gozo profundo y sereno demasiado real para reconocerse-, los sones estaban, por tanto, graduados de un modo muy parecido, señalados por el bufido que daba otra manguera al empezar a soltar el agua, adornados por algún hombre que jugueteaba con la lanza, dando una súbita sensación de vacío cuando uno de ellos desistía; y, aun siendo todos muy semejantes, el tono era distinto en esa unisonancia. Aquellos chorros, bellos y pálidos bajo la luz, elevaban sus palideces y sus voces todos juntos; las madres mandaban a sus hijos que se callaran y estuviesen quietos, con interjecciones forzadamente prolongadas; los hombres, benévolos y callados, se encerraban cada uno, como el caracol, en el sosiego de lo que estaban realizando. Los chicos grandullones orinaban en una pared invisible, y sus micciones formaban como un ala. Y se sentían tranquilos y felices, saboreando la mezquina bondad de la vida que llevaban como la boca saboreaba la última cena que habían hecho. Entretanto, las cigarras sostenían también el ruido de las mangueras con su más alto y agudo tono. El sonido que emite la cigarra es áspero; no parece estridente ni vibrado, sino como si saliera del insecto a través de un pequeño orificio, empujado por un aliento que nunca puede agotarse. Además, nunca parece que haya una sola cigarra, sino mil, al menos. El ruido de cada cigarra está graduado con arreglo a alguna gama clásica, obra de cigarra, de la que ninguna de ellas varía más de dos tonos puros. Y sin embargo, a uno parécele oír que cada cigarra es distinta de las demás, que hay una larga y lenta vibración en su ruido, como el no bien definido arco de un puente largo y alto, y todas encuéntranse por ambos lados de los árboles, por lo que el ruido parece provenir de ninguna y de todas partes, de la amplia bóveda celeste, y tiembla en nuestra carne y atormenta nuestros tímpanos, porque es el más audaz de todos los ruidos de la noche. Y, sin embargo, es el habitual de las noches de verano; pertenece a la gran orden de los ruidos, como los del mar y los de la precoz nieta de éste, la sangre; y uno cree oírlos cuando tiene conciencia de que está escuchando. Mientras tanto, desde abajo, en la oscuridad, fuera de los bamboleantes horizontes de las mangueras, comunicando siempre a la hierba húmeda de rocío su fuerte olor de tizne pardo negruzco, emergen los regulares y espaciados ruidos de los grillos, cada uno un casto y dulce son argentino de tres notas, como el que produce una cadenita cuando saltamos tres eslabones que se habían pegado.

Pero los hombres ya han hecho callar a las mangueras, las han secado y enrollado. Ahora quedan dos, luego sólo uno, y no se distingue sino la camisa, con lo cual parece un fantasma, con las gomas para sujetar las mangas, y el grave misterio de su agradable rostro, como la cara del ganado que se pregunta el porqué de nuestra presencia en una pradera oscura como boca de loco. Y él también se ha ido, y ha llegado la hora de la tarde en que la gente se sienta en los porches de sus casas, se mece despacio, habla bajito y mira hacia la calle y a las cosas que posee -árboles, aves, cobertizos-. La gente discurre, las cosas pasan; un caballo, hueco sobre el asfalto; un automóvil corriendo ruidosamente, y otro sin ruido; parejas caminando sin prisa, arrastrando los pies, desviando el peso de su cuerpo estival, hablando de cuando en cuando, despidiendo olor que sabe a vainilla, fresa, catón y a leche almidonada, llevando encima la imagen de amantes y jinetes, concordándose con payasos vestidos de color ámbar sin matiz. Un tranvía eleva su férreo lamento; se para, toca la campana y arranca; despierta y de nuevo alza su cada vez más fuerte férreo lamento, estertoroso; sus ventanillas doradas y sus asientos de paja van dejando atrás las cosas…, atrás, atrás, atrás; la fría chispa crepita y echa maldiciones sobre él como un pequeño espíritu maligno dispuesto a seguir sus pasos; la vía, el férreo lamento asciende al aumentar la velocidad, sigue subiendo, baja, enmudece; la campana suena poco fuerte, más fuerte ahora, menos, más, más, van apagándose sus sones. Olvidamos esto. Ahora es el rocío azul de la noche.

Ahora es el rocío azul de la noche. Mi padre ha secado y enrollado la manguera.

Sobre la extensión de los prados, las llamas bajas, alienta aún una hoguera que se va extinguiendo.

Contento, plateado, como atisbadero luminoso, cada grillo hace su comentario una y otra vez en el anegado césped.

Un sapo, indiferente, tropieza y se da un porrazo.

Dentro de las esquinas de sombras húmedas de los patios laterales hay chiquillos casi locos de alegría miedosa que vigilan para ver cuando se marcha el guardián de los postes telefónicos.

Junto a las blancas lámparas de carbón que están en las esquinas, las sabandijas de todos los tamaños son elevadas a sistemas solares elípticos. Las más fuertes luchan entre sí y se causan lesiones. Una de ellas ha caído de espaldas y mueve las patas.

Los padres están en los porches, se mueven sin parar. Los dondiegos del día cuelgan de cuerdecitas, mojadas sus caras de viejo.

Recrea mis oídos el áspero y alegre ruido de las cigarras.

Mis padres han extendido colchas sobre la húmeda hierba del patio interior. Todos nos tendemos allí, mi padre, mi madre, mi tío y yo también. Primero estuvimos sentados, luego uno de nosotros se tendió y después hicimos lo propio todos los demás, quién en posición lateral, quién supina o ventral. Y prosiguieron conversando. No hablaban mucho, y la conversación era en voz baja. No se decían nada de particular, nada, absolutamente nada. Las estrellas están lejos y encendidas; cada una parece una sonrisa dulcísima, y podría decirse que se hallan muy cerca. Todos los míos son más corpulentos que yo, reposados, con voces agradables e inexpresivas, como las de las aves cuando están durmiendo. Uno de ellos es artista y vive en nuestra tierra. Uno es músico y vive en la tierra que nos vio nacer. Otro es mi madre, que es buena para mí. Otro es mi padre, que es bueno conmigo. Por casualidad, todos están en esta tierra, ¡y quién pudiera decir la pesadumbre de encontrarse en ella, tendidos sobre colchones, en la hierba, en un anochecer de verano, entre los ruidos nocturnos! ¡Dios bendiga a los míos, a mi tío, mi tía, mi madre, mi buen padre! ¡Acuérdate de ellos, misericordioso Señor, en sus horas de tribulación y en la hora de la muerte!

Al poco rato me llevan a la casa y me acuestan. El sueño, benigno, sonriente, me acerca a ella y a los que me quieren bien en esta tierra; pero, ¡nadie, ninguno me dirá, jamás, nunca me dirán quién soy yo!


01 junio 2009

San Sebastian

Algo tan perfecto que casi da miedo.


La foto muestra a los operarios del ayuntamiento de San Sebastian realizando labores de mantenimiento de los modelicos ciudadanos.

15 mayo 2009

Solo por un euro



Hagase una foto con "autenticos trabajadores" en lucha.

Ellos inspiraron a Fernado Leon su pelicula Los Lunes al Sol

Solo por un euro oiga...

07 mayo 2009

WBK cretino infalible

«Prefiero ese tipo de historia en que se deja al lector pensando ¿quién tienen la culpa?, hasta que empieza a darse cuenta de que él mismo (el lector) debe asumir parte de la responsabilidad porque es humano y por tanto infinitamente falible.»

Richard Yates

22 abril 2009

Por favor un Pritt para Joyce



Bussoftlhee, mememormee! Till thousendsthee. Lps. The keys to. Given! A way a lone a last a loved a long the

"Esta Suma desmesurada de las contorsiones verbales más atractivas,
esta Poética en diez mil lecciones no es una creación del arte:
es la autopsia de su cadáver"
A proposito de Finnegan's Wake.
W. Weidlé - Cahiers de la Pléiade 2 (1947)


Bussoftlhee, mememormee! Till thousendsthee. Lps. The keys to. Given! A way a lone a last a loved a long the

13 abril 2009

Bob es muy grande

P.- Volviendo a la política, ¿qué le pareció Jesse Ventura [gobernador de Minnesota], siendo usted de allí?

R.- Hizo algunas cosas buenas o al menos lo intentó. No he llegado a conocerlo. Todo lo que sé sobre el gobernador es que es fan de los Rolling Stones.

P.- ¿Sus antiguos camaradas?

R.- Me comunico con Keith de vez en cuando, pero eso es todo.

P.- ¿Qué le parecen los Stones?

R.- ¿Qué me parecen? Están casi retirados, ¿no?

P.- Hicieron una gira extensísima el año pasado. ¿A eso lo llama usted retirarse?

R.- Ah, sí, se refiere a 'Steel Wheels'. No estoy diciendo que ya no trabajen, pero necesitan a Bill. Sin él serían una banda de funk. Serán los verdaderos Rolling Stones cuando consigan que Bill vuelva.

P.- Bob, está usted atrapado en los 80.

R.- Lo sé. Intento liberarme.

04 marzo 2009

Musicos Incidentales

El pianista de hotel (una teoría-blogger)

La teoría es simple: Los bloggers que publican en la web de un medio de comunicación grande son (aunque ellos mismos no se hayan dado cuenta) como un pianista de hotel.

Juan Pablo Meneses

27 febrero 2009

WBK viaja

The flowering past
Malcolm Lowry (Gran Bretaña, 1909-1957)

There is no poetry when you live there.
Those stones are yours, those noises are your mind,
The forging thunderous trams and streets that bind
You to the dreamed-of bar where sits despair
Are trams and streets: poetry is otherwhere.
The cinema fronts and shops once left behind
And mourned, are mourned no more. Strangely unkind
Seem all new landmarks of the now and here.

But move you toward New Zealand or the Pole,
Those stones will blossom and the noises sing,
And trams will wheedle to the sleeping child
That never rests, whose ship will always roll,
That never can come home, but yet must bring
Strange tropies back to Ilium, and wild!

EL PASADO QUE FLORECE


No hay poesía cuando se vive aquí.
Estas piedras son tuyas, esos ruidos son tu mente,
Alos rechinantes tranvías y las calles que te unen 
Al soñado bar donde se sienta la desesperación,
Son tranvías y calles: la poesía está en otra parte.
Los rótulos de cines y tiendas, una vez dejados atrás 
Y añorados, no se vuelven a añorar. Extrañamente crueles
Parecen mojones absolutamente nuevos del aquí y ahora.

Pero desplázate hacia Nueva Zelanda o el Polo,
Y esas piedras florecerán y los ruidos cantarán,.
Y los tranvías arrullarán al niño que duerme
Que nunca descansa, y cuyo barco siempre dará vueltas,
Que nunca podrá volver a casa, pero que, sin embargo, debe traer
De vuelta a Ilión extraños trofeos, ¡y salvajes

Traducción de Mariano Antolín Rato

20 febrero 2009

Flash Back

Hoy hace 100 años:

10. Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el moralismo, el feminismo y contra toda vileza oportunista y utilitaria.
Filippo Tommaso Marinetti

Hoy hace 1 año, 8 meses y 11 dias:

la chinoise

15 febrero 2009

¿Qué hay detrás de la ventana?



El marco se diluye y solo queda el desierto de Sonora.
Y no esta vacio como su nombre, contiene futuros.
Moldeables y vividos futuros por crear.
Solo tenemos que aprender a mirar.

04 febrero 2009

Sabiduria y poder de Observacion

"Quiero y juro que voy a lograrlo, ser el más modesto y virulento paladín de un cine libertario, sin tabúes, sin limitaciones de orden alguno. Ahora es nuestro tiempo. A mi alrededor han ido naciendo, madurando y pudriéndose muchas 'falsas bahianas', estancadas en su glotonería y en su estupidez. Le han pedido al cine fama, gloria y dinero, olvidándose de que el cine es, sobre todo, una cuestión de amor, del que sea, y que el amor es generoso. Y si no queda más remedio, me iré con una cámara a filmar la salida de los obreros de una fábrica cualquiera, que haberlas, haylas aún. Y juntos empezaremos la nueva historia del cine. La de verdad"
Jesús Franco, 'Memorias del tío Jess'.

03 febrero 2009

Paseando por la ciudad


Todas las ciudades son geológicas, y no se pueden dar tres pasos sin encontrar fantasmas armados con todo el prestigio de sus leyendas. Evolucionamos en un paisaje cerrado cuyos puntos de referencia nos atraen constantemente hacia el pasado. Algunos ángulos movedizos, algunas perspectivas fugitivas nos permiten vislumbrar concepciones originales del espacio, pero esta visión sigue siendo fragmentaria. Hay que buscar en los lugares mágicos de los cuentos del folklore y en los escritos surrealistas: castillos, muros interminables, pequeños bares olvidados, cuevas de mamut, hielo de los casinos.

Formulario para un nuevo urbanismo
Gilles Ivain

29 enero 2009

Autobiografia Razonable

...y cuando en su refugio de Barranco
Cesar Calvo sudoroso y gastado igual que un heroe
antiguo con actitud y empeño que nadie dudaria
en definir como hondamente revolucionarios
le ensaña a alguna joven adultera y burguesa
cual es el verdadero y unico compromiso politico

Jose Agustin Goytisolo


Conferencia autobiográfica ofrecida por el poeta Cèsar Calvo Soriano en el Instituto Italiano de Cultura en 1974.


Para comenzar de alguna manera y no por el comienzo, confesaré que mi primer intento de libro fue escrito por varios amigos allá por el año de 1958.
Juan Gonzalo Rose, Javier Dávila Dourand, Germán Lequerica y César Calvo, entre otros, me regalaron esos derechos autorales con sus respectivos asientos en el pre-Parnaso.
Lamentablemente, no pude gozar tan fraternos obsequios pues el poemario (incautamente titulado "Carta para el Tiempo" e inmerecidamente mencionado en el Primer Concurso Hispanoamericano de la Casa de las Américas), el poemario, digo, no llegó a publicarse jamás. Y no llegó a publicarse jamás debido, entre otras razones, a que uno de sus autores sucumbió a la espléndida iniciativa de quemar los originales. Debo decir que los quemé también en mi memoria.

Hoy sólo recuerdo brumosos perfiles y no versos; una temperatura sedosa o arisca o fatua; un aliento de cortinas y de infancia, y acaso si los nombres de los personajes, de los queridos reinos que atravesaban sus páginas, que subieron por ellas y bajaron como por la escalera quebrantada del vecindario limeño que me aprendió a vivir.

Entre aquellos poemas incendiados habían también cantos que anhelaban ser políticos,- porque en ese entonces todos los visitantes, todos los habitantes de este mundo tenían diecinueve años dentro del corazón, dentro del mío; y ustedes, por ejemplo, eran altos y pálidos y hermosos en mi memoria o en mi desconocimiento; y yo me negaba a recién-salir de una adolescencia alborotada, prefería confundirla y confundirme con mis propias hambres de escribir y existir, y me era otoñal, me era gélido, me era muy difícil aceptar los distingos entre rebeldía y delincuencia, entre amor y cuerpo en llamas, entre palabra confiada y balbuceo altisonoro escrito (equívocos que, por lo demás, suelen seducirme hasta la fecha).

Llevaba ya tres años en la Universidad de San Marcos y dos en el Frente Estudiantil Revolucionario- Más deseoso de agradar escribiendo arengas que de trabajar rastreando poemas, me gané el tiempo de puro perderlo: rondaba a las cachimbas melancólicas y recitaba en las aulas y en los mítines, esquivando las expresiones crítico-lacrimógenas de la Guardia de Asalto, cuando no, respondiendo con palos a los discutibles criterios estéticos de la matonería del Apra.
En 1960, paralelamente a mi furtiva participación en un frustrado grupo de guerrilla urbana que organizaron varios compañeros, varios amigos igualmente imantados por la heroica experiencia de Fidel Castro, escribí mi primer cuaderno que creo que verdadero:
"Poemas bajo tierra". Esos versos compartieron con los cánticos de El viaje de Javier Heraud, el primer premio en el concurso "El poeta joven del Perú", llevado a cabo por el incurable empeño del poeta Marco Antonio Corcuera. A fin de adelantar algunas excusas surrealistas de mi arte poético y mi vida, debo declarar que me fue más problemático cobrar el premio que escribir el libro premiado. El asunto fue así: con Mario Razzeto, también distinguido, como se dice, en aquel concurso, partí un atardecer rumbo a Trujillo, donde nos esperaba Javier para recibir los cheques correspondientes. Pues bien.
No llegamos a tiempo a raíz de un lamentable error de la policía política de Prado, la cual -confundiendo a Mario Razzeto conmigo, y a mí con Mario Razzeto, ambos entonces con orden de captura- nos apresó a la altura del río Chillón (río de nombre muy apropiado) y nos devolvió amablemente a Lima, a uno de los sótanos de Radiopatrulla de la Guardia Civil, en La Victoria (barrio de nombre igualmente apropiado). Para recuperar nuestra libertad, y siguiendo los ordenamientos parasicológicos descubiertos por Dadá ha mucho tiempo, Mario Razzeto y yo no tuvimos más remedio que falsear y/o intercambiar nuestras identidades.

O sea que Mario Razzeto se hizo pasar por Mario Razzeto, yo me hice pasar por César Calvo, y así -dejando atrás a un comisario confuso para siempre- pudimos cosechar, como se dice, algunos ralos aplausos trujillanos al día siguiente de la entrega de premios.
Pero sospecho, con terror, que no estoy aquí para hablar de esas cosas sino de otras peores, si cabe. Intentaré intentarlo. Al parecer, se trata de exponer cómo escribo. Y por qué. Y para qué. Diré de antemano que me lo he planteado varias veces y que nunca he conseguido sonsacarme una misma respuesta. En un primer momento (y eso que no existen los primeros momentos), llegué incluso a declarar que yo no era poeta, que yo escribía únicamente para demostrar que la poesía no era privilegio de los poetas. Cuando lo hube demostrado (por lo menos a mí), dejé de creer en ese anzuelo para cocineras trágicas, no sin antes haber fatigado unas cuartillas que todavía andan por ahí engrosando ciertas antologías de poesía revolucionaria.

Era la hora de las manifestaciones obrero-estudiantiles contra la dictadura de Odría, contra la dictablanda de Prado, hora de reuniones clandestinas en la Juventud Comunista.

Luego, en 1961, Javier Heraud y yo quisimos escribir juntos un libro, un Ensayo a dos voces. Sólo conseguimos trabajar el poema inicial. Era la hora de la fraternidad absoluta; devoradora de tardes y caminatas insaciables. La hora de la generosidad absoluta y compartida. Aceptábamos poetizar únicamente como resultado de un asombro común, colectivo en su origen -en sus garfios oscuros- y colectivo en su finalidad, en su búsqueda, en su abordaje y sus revelaciones.
Después, poco después, me ocupó totalmente la certeza de que sólo podía escribir sobre un cuerpo sediento, encimado al relámpago perpetuo del que habla Manuel Scorza, amarrado al jadeo como a la única hoguera que podría salvarnos o -para repetirse- escribir como quien galopa por una playa infinita, desnudo y bañado en sangre, dando gritos de goce y de victoria... Así abracé (con c y con s, de brasa y abrazo), así abrasé los versos de "Ausencias y retardos", editados en 1963.
Después hice canciones. Aquí, por ejemplo, pierdo nombres, armarios cálidos, pierdo cosas que me ocurrieron con tan breves, con tan eternos hermanos. Estoy pensando en Samuel Agama, en Arturo Corcuera, en César Franco, en Reynaldo Naranjo, en 1958, 59, 60 y más. Mucho más.

Y al mismo tiempo quisiera no recordar nada, porque uno disfraza, uno se disfraza al volver hacia atrás los ojos, se pone los gestos en la nuca, el cabello en la cara, no se ve nada.

O ve lo que quisiera haber visto, lo que quisiera haber vivido. Bueno... Dije que hice canciones.

Y debía decir que hice otras canciones. Canciones a mi padre, a mi primera casa, a los amores eternos cada vez más fugaces, a las plazas de pequeñas ciudades, a los invencibles hermanos de Cuba, a los puentes insomnes, a los compañeros que combatían desde el MIR y desde el Ejército de Liberación Nacional.

Algunos de esos cantos fueron grabados con Carlos Hayre y Reynaldo Naranjo en un disco que ya no recuerdo. Otros los recogió Chabuca Granda y Luis Gonzáles.

Otros se perdieron así nomás. Y otros adquirieron vanidad de poema, se divorciaron de sus lentas músicas y fueron a parar a un nuevo intento de libro, "El cetro de los jóvenes", publicado en la Colección Premio de la Casa de las Américas, en 1966.

Era la hora del infructuoso, del temeroso apoyo urbano que ofrecimos al movimiento guerrillero; la hora de las reuniones de etiqueta de donde salíamos a hurtadillas para poner bombas en la noche inofensiva, vanos estruendos en ciertos rincones de la impasible Lima.
En resumen, ni antifaz ni peligro verdaderos. Sólo la desperdiciada posibilidad de un suicidio generoso -siempre al servicio pero nunca a tiempo- que yo busqué negándola, cambiándome de nombres en hoteles de engañosa memoria, hasta que un día desperté sin distinguir en realidad mi rostro, perdido entre máscaras como un naipe en un mazo de barajas ajenas y gastadas. Juan Pablo Chang, con otras palabras, me diría después, en París, generosamente, que fue la soga del ahorcado la que no pudo sostener nuestro cuerpo, y que por ello aquel dudoso arrojo terminó con un palmo de narices en tierra, al pie del árbol. Palabras. Palabras puesto que él, como Javier, tuvo el coraje de hallar un árbol fuerte, una rama saciada en cuya sed morir, en un momento desesperado que nos metía los ojos hacia un callejón sin salida, y acaso era preciso colmar el abismo con nuestros cadáveres, a falta de otros puentes. Y en el fondo de todo, aquella soledad que inventa sentimientos y que inventa poemas, y en cuya compañía suelo aún descubrirme el corazón en el lugar del pómulo -así dice algo escrito-, el corazón en el lugar del pómulo, los gestos del adiós anticipándose a la mano, y a un gran vacío en medio no sé si del amor o de los brazos.
Si es que no me distrae la memoria. Y es entonces que escribo... Nunca del mismo modo ni por los mismos rumbos, ni con el mismo paso ni a la sombra de una misma lámpara.

Todo lo que he dicho antes, todo lo que he sido antes, se ha juntado, tal pareciera,
en una única boca. En una palabra. En una letra sola, emparentada desde hace siglos
con las grandes estrellas aún no descubiertas. Siento que cada libro, cada poema, cada verso, obedece a sus propias, intransferibles leyes. Tiene su tiempo de luz, como las vendimias, y su sed de llorar, como los hombres.

De allí que definirme resulta tan fácil e imposible al mismo tiempo.

Pienso en Nicanor Parra y en las incansables respuestas que nos dimos una tarde, allá en lo alto de su casita en los andes chilenos, cuando nuestros hermanos del Sur vivían mediodías nocturnos y no la pesadilla de traiciones y sangre que resisten ahora, y cuando Enrique Lihn exclamó de pronto en el centro de un gran vaso de vino:

¿Para qué coño se escribe, a fin de cuentas, un poema?

Y aquí voy:

Se escribe un poema para sentirse el centro del mundo.
Se escribe un poema para hacer más fraternos a los hombres,
o sea para intentarlo,
o sea para que la poesía sirva para alguna cosa.
Se escribe un poema para no sentirnos el centro del mundo.
Se escribe un poema para ahuyentar a una muchacha.
Se escribe un poema para ayudar a la Revolución.
Se escribe un poema para que los maridos nos odien mucho más.
Se escribe un poema para que el poema nos acompañe,
para no estar tan inexplicablemente solos.
Se escribe un poema para duplicar el orgasmo
o al menos para ponerle un espejo delante.
Se escribe un poema para no tener tiempo de hacer otras cosas,
como por ejemplo para no tener tiempo de sufrir.
Se escribe un poema para que nuestra tía más querida
pueda decir a todos que tiene un sobrino que escribe un poema.
Se escribe un poema para rascarse la barriga en la playa,
para emborracharse en Surquillo
sin que a uno lo asalten los señores chaveteros,
para darse un descanso entre polvo y polvo,
para hablar de ello en el Instituto Italiano de Cultura,
para que a uno lo consientan todo,
para que a uno no le consientan ni un comino.
Se escribe un poema para que los psiquiatras no nos cobren,
y para que aquella rubia se sienta inmortalmente poseída,
y para que el general Velasco lea estas líneas
y sepa que Avendaño sigue preso
por orden de una culebra disfrazada.
Y se escribe un poema para viajar a los congresos de escritores
con todos los gastos pagados,
y para ponerle el cascabel al gato,
y para poder comer con la mano en los salones
si nos viene en gana,
y para morirse de hambre
y también para no morirse de hambre
y para quedar como un perfecto cojudo en todas partes,
y para usar calzoncillos de colores sin que
se nos acuse de maricas,
y para que ciertos cadetes nos dejen a solas con sus novias
creyendo que lo somos.
También se escribe un poema para no afeitarse nunca,
para ir al baño sin remordimientos,
para ir al comedor sin remordimientos,
para ir al dormitorio sin remordimientos,
y se escribe un poema para sentirse culpable de todo
y con esos materiales llegar a escribir algún poema.
Y también se escribe un poema para reírse a gritos
Y para vivir también se escribe un poema.
Y para tener un pretexto para no vivir, etcétera.
Y a propósito de etcétera:
Se escribe un poema para no escribir cosas peores,
como cartas de amor, cartas financieras,
facturas por pagar, tratados de filosofía miraflorina,
Y se escribe un poema por incapacidad,
cuando se ha fracasado como wing derecho en la
selección del colegio, cual es mi triste caso.
Y se escribe un poema para intensificar la vida,
como dice Stéfano Varese.
Y se escribe un poema, finalmente,
se escribe un poema para que en algún lugar del mundo,
mañana o dentro de veinte años
la pareja que está por suicidarse alcance a leerlo, y desista,
desista por lo menos unos días,
y comprenda que la vida
es siempre hermosa
a pesar de la vida... y a pesar del poema.

Pero estaba hablando, creo, de París. Y de un amigo. Algo de un árbol y una soga, algo de un palmo de narices en tierra. Precisamente en París terminé un libro que inicié en La Habana, allá por 1968. En realidad lo concluí - en 1970-, ya en Lima. Se llama "Pedestal para nadie", y no le gusta nada a Fito Loayza. A Leoncio Bueno, en cambio, lo apasiona. Mi vanidad se inclina hacia Leoncio, como podría esperarse. Bueno, este libro está dedicado a un gran compañero en ia amistad y en la poesía: Carlos Delgado. Carlos me ayudó a corregir varias cosas y podría decir demagógicamente, que algunos de sus aportes hicieron merecedor, a este libro, del Premio Nacional en el 71 o en el 70, por ahí. Y aquí he escrito unas líneas sobre ello, porque sino se me pierden.
"Pedestal para nadie" es, en verdad, mi primer libro, por cuanto en él atisbo puertas que antaño descifré a oscuras; logro mirar entre la cerradura y veo, allá delante, detrás de las maderas, colinas que resplandecen en los cuartos, veranos habitados de fuerzas y países, parejas innumerables colmadas como sueños de anticuario, toda esa forma de soñar y vivir poesía que perseguí tantos años sin saberlo. Allí, como en la vida, nunca hay un solo tema que se inicia, desarrolla y concluye, sino constelaciones, constelaciones impredecibles, que se rozan a veces para nada y a veces para siempre. Nunca una sola vida o su reflejo breve, sino infinitas brevedades, eternidades efímeras que se entrelazan aniquilándose, que se entrelazan alimentándose.

El asunto son varios y es ninguno. No hay asunto: hay ritmo. No hay ritmo: hay el fantasma de un oleaje, sus cabellos en la playa, invisibles y amargos, de mármol, hechos de mármol y de memoria. Y el poema no es el reflejo de la vida. El poema es la vida.
Naturalmente, las posibilidades y el sentido de esto me nacieron después de haberlo escrito, conversando un día con José Miguel Oviedo, quien me impulsó a insistir y a insistir.

Porque ahora creo, además de no creer, creo que la poesía es como el bastón de un ciego, que con ella en la mano es posible seguir el camino pero no es posible verlo ...
Es como si todas las personas que uno ha sido en su vida, como si todos los países, los destinos, los desatinos y los resplandores que uno ha sido en su vida, se turnaran la dirección del rumbo, y de esa gigantesca migración de oscuridades naciera la mañana como detrás de una cortina inesperada. Ahora que digo esto, siento que uno de aquellos que ya he sido me lleva de la mano, me conduce como un ciego que conduce a otro ciego, y las aguas despiertan bajo mi pie, y sólo puedo presentir en sombra esas luces que otros han de beber y han de mirar cantando.

Y aquí tal vez radique la más alta generosidad de este insondable egocentrismo que los entendidos han dado en llamar poesía. Y me viene Vallejo: ¡qué ganas de quedarse plantado en este verso!, porque no tengo la menor idea de qué es lo que ustedes quisieran escuchar de mí, y por si fuera poco, yo no sé hablar en prosa... Para salir del pozo y no del paso, tendré que apelar una vez más a la memoria.
Nací el 26 de julio (o el 24) de 1940. Cursé la primaria en la Escuela Primaria "Pedro Tomàs Drinot" número 414 de Lima, y la secundaria en el Colegio Nacional Hipólito Unanue.

Crecí en un vecindario del jirón Carabaya, entre gente inolvidable: Pluma, Manteca, Currurra, Cara'e sopa. Entre formidables muchachos, Juan Munar, Miguel Inza, la "conga" Ana y entre hijos de zapateros remendones, gente hermosa, canillitas de mi edad y de mi pobreza, y otros amigos que me observan desde aquel entonces, parados en su orgulloso asombro.

Algunos admiran el que me haya dedicado a escribir cosas, así dicen, aunque secretamente habrán de reprocharme que no haya seguido robando carros a su lado; otros me reprocharán que no trabaje en un Banco; otros, que haya perdido tiempo con la política y otros, que no me hayan durado más de tres meses las esposas... Entre ellos he crecido, pues, si es que he crecido...Vivo ahora en todas partes y en ninguna.

Duermo donde me sorprende la noche o el deseo, pero conservo todavía aquel cuarto salobre, en el tercer piso de la cuarta cuadra del jirón Carabaya (lo paga mi hermano Guillermo, y por él he sabido que el alquiler sigue siendo casi el mismo: ochetaitantos soles al mes).

No puedo dormir muchas veces bajo el mismo techo, ni en la misma ciudad, ni con el mismo cuerpo. Será porque he viajado desde temprano o, según célebre frase del extraordinario creador que es Emilio Adolfo Westphalen: cómo será pues. El hecho es que he podido recorrer muchas gentes en mi vida, muchos países. Fui por primera vez a Europa, representando al Ejército de Liberación Nacional a un Congreso de Juventudes en Bulgaria.

Las ciudades que más me han conmovido son Praga, Río de Janeiro, Cusco y París. Odio Lima. Volveré al Cusco pronto, cuando Avendaño esté libre y los gusanos se hallen lejos.

Soy el segundo de cuatro hermanos. Mi padre era pintor, y era también mi hermano.

Los demás son: Graciela (que además es mi madre), y después viene Helwa y Nanya, y Guillermo.

No me gustan las drogas ni el alcohol (quiero decir que puedo prescindir de ellos).

De cualquier casa, siento verdadera pasión por la cama, el escritorio y la cocina (quiero decir que entre cocinar, escribir poemas y hacer el amor, yo encuentro más parecidos que desemejanzas).

Amo a este país y creo que lo amaría igual si hubiese nacido en otro, así como amo tantos países que sólo he conocido desde un avión en vuelo. Creo, sin embargo, como Guillermo Thorndike,que el mundo es una mierda. No el mundo que estamos construyendo, naturalmente, sino la podredumbre que heredamos, esa amarga fanfarria de transistores, automóviles y etcéteras; esa máscara de feriante, ese biombo de prostíbulo que sólo puede encandilar a los ingenuos al grado de ocultarles el mundo de injusticias y barbarie, el mundo de hipocresía y de terror, el mundo de niños envejecidos y de bombas atómicas, el mundo de mierda que ya estamos devolviendo a su lugar de origen.

Creo firmemente en la amistad y en el amor. Los desencantos me llegan, ni siquiera me llegan: sigo creyendo igual. Creo en la amistad, en el amor, en la igualdad de los hombres, en el sicoanálisis de Max Hernández, en nuestro padre Freud, en nuestro abuelo Marx, y en todo lo que no creen, por ejemplo, los fascistas.

Creo firmemente en el advenimiento de un mundo justo y digno, sin explotadores, sin hambre, sin penumbras. Un mundo donde se enseñe, como dice Pablo Vitali, donde se enseñe a nuestros hijos que es más importante tener un amigo y no un televisor, tener una conciencia limpia y no un automóvil último modelo. Donde se enseñe que las cosas son verdaderamente nuestras solamente cuando son compartidas, sólo cuando no han nacido de las hambres ajenas, de las penurias ajenas, sino de las mutuas alegrías y los empeños generosos.

Y creo que ese mundo lo haremos ahora, y lo haremos con armas invencibles, escribiendo y amando, y cantando. Y lo haremos aquí, en esta tierra dura, y no en algún sedoso paraíso celestial (tan peligroso, a estas alturas de la ciencia, tan colmado de asteroides en vez de ángeles).

Mis primeros versos, por ejemplo, no eran míos. Por eso creo firmemente en la poesía.

Mis primeros versos los escribí a los doce años y eran plagios de José María Eguren.

Poco después de descubrir a Eguren y a Vallejo (cuyos libros me fueron obsequiados por mi madre, quien tuvo que ayunar para comprarlos), poco después, digo, tuve que echar por la borda una magnífica carrera de plagiario, por culpa de mi abuelo Victor Fuentes Soriano...

Fue la tarde en que descubrí su cabeza, blanca, sobre la almohada consagrada a sus siestas de verano. Me dio una pena horrenda verlo así, canoso, abandonado al sueño, indefenso, supongo que ante el tiempo, y me fui a esconder en la azotea conteniendo las lágrimas.
Allí, avergonzado y solo, contemplando un paisaje de techos ruinosos, escribí a mi abuelo una larga carta pidiéndole que no envejezca, ¡y vaya a saberse por qué tuve que redactar aquella carta en verso...!

Creo que así comenzó todo.
Desde aquella tarde, vengo haciendo todo lo imposible para no ser poeta.

Y francamente, no sé qué más decir. Les ruego me disculpen.

Poeta Cèsar Calvo Soriano.

(Lima, Instituto Italiano de Cultura, 1974)

26 enero 2009

WBK desde el otro lado del tubo

El futuro sera una conspiracion mundial

que nos vendera libertades en packs facilmente transportables

21 enero 2009

Y ademas los Ingleses son mas chachis

...

Pero de todo esto estarán la mayoría de ustedes al cabo de la calle, y disculpen que les diga nada sobre mediterráneos que habrán descubierto hace siglos. Lo que más me ha desagradado, sin embargo, son los llamados blogs y foros, por algunos de los cuales me he dado un paseo. No entiendo que tantos escritores tengan un blog propio y le dediquen, por fuerza, numerosas horas de su tiempo, porque me parece equivalente a esto: uno va a un bar, se sienta a una mesa y habla de lo que sea, y a continuación está expuesto a que cualquiera coja una silla y le suelte a su vez su rollo o -con demasiada frecuencia- sus imprecaciones. O bien a esto otro: uno inicia una conversación telefónica particular, y cualquier individuo puede colarse en ella y opinar lo que le plazca o ponerle verde a uno. No sé, para mí sería una pesadilla tener que escuchar pacientemente a personas que no he elegido, y con las que en algunos casos no quisiera ni cruzar media palabra. ¿Cuál es la gracia de estas tertulias escritas? ¿Ver que uno provoca reacciones? ¿Tener la comprobación inmediata de que lo que expone no cae en el vacío? ¿Llevar una vida "interactiva" (y perdonen el adjetivo)? Debe de haber mucha gente solitaria, o que aguanta la soledad -ese gran bien- pésimamente. Pero lo que más me ha desagradado es el frecuente tono insultante de los comentarios y el veneno que a menudo destilan. Amparados en el anonimato cobarde de los llamados nicks, no hay asunto que no les merezca a unos cuantos blogueros toda suerte de improperios. No veo que se discuta ni argumente apenas, sino que más bien se lanzan denuestos y groserías como en las tabernas más zafias. Hay en este mundo, o eso parece, una desproporcionada cantidad de odiadores, o llámenlos negativistas, resentidos, amargados, venados. No tantos en los blogs o foros en inglés. En esa lengua la gente es más propensa a emitir sus opiniones, a discutir civilizadamente, a pedir una información o aportar otra interesante y útil. En los españoles, en cambio, veo una sobreabundancia de rabiosos y cabreados, de individuos a los que todo parece una mierda, o que dedican horas y horas a estudiar la obra de un autor, por ejemplo, con el solo ánimo de ponerla a caldo, en vez de abstenerse -como quizá sería lo lógico- de seguirla leyendo. También se lleva uno sorpresas en este mundo, y ve intervenir, con su nombre, a personas de las que se distanció hace años, sólo para comprobar que la edad no las ha hecho más sabias ni gratas sino todo lo contrario, que el gusto por despotricar sin razones les ha ido en aumento y que ni siquiera han variado sus obsesiones durante tan larga ausencia. No sé, pero asomarse a esa inmensa taberna que son los blogs y foros de Internet, en España, le hace tener a uno la sensación de vivir en una región ocultamente furibunda, en la que más vale no entrar, si es posible.

Javier Marias, La Zona Fantasma 14/12/2008. El Pais

Y Fantasma es un rato...
aunque lo de la "región ocultamente furibunda" no se lo quita nadie... igual le cambio el nombre a este cuaderno de apuntes

20 enero 2009

Queremos tanto a Harry

LO QUE SE
Por Clint Eastwood , Diciembre 2008

Cuando uno envejece, deja de tenerle miedo a la duda. La duda ya no te controla. Uno se saca de adentro esa agonía. ¿Qué te pueden hacer después de que cumpliste setenta años?

Hay que guiarse por la primera impresión. Como dijo Jerry Fielding: “Llegamos hasta aquí, no lo arruinemos pensando”.

Mi padre tuvo un par de hijos al principio de la Depresión. No había mucho trabajo. No había ayuda del Estado. La gente apenas salía adelante. La gente era mucho más dura y resistente entonces.

Vivimos en una generación mucho más maricona, donde todo el mundo se acostumbró a decir: “Bueno, ¿y cómo manejamos esto psicológicamente?”. En aquellos días, solamente le dabas un puñetazo al que te molestaba y te lo sacabas de encima. Incluso si el tipo era mayor y te podía empujar, al menos se te respetaba por enfrentarlo, y a partir de entonces te dejaban tranquilo.

No puedo decirte exactamente cuándo empezó la generación maricona. A lo mejor cuando la gente se empezó a preguntar sobre el sentido de la vida.

De haber sido más disciplinado, me habría dedicado a la música.

Uno se pregunta a veces, ¿qué haríamos si pasa algo realmente grande? Miren qué rápido, sólo siete años, y la gente ha sido capaz de olvidar el 11 de septiembre. Quizá lo recuerden los que perdieron a un pariente o a un ser querido. Pero nadie se olvidó rápido de Pearl Harbour.

Recuerdo haber comprado un viejo hotel en Carmel. Entré en el ático y vi que todas las ventanas estaban pintadas de negro. “¿Qué está pasando acá?”, les pregunté a los anteriores dueños. Me dijeron que pensaban que los japoneses navegaban frente a la costa durante la guerra.

En El sustituto traté de mostrar algo que rara vez se ve estos días —un chico sentado mirando la radio—. Sólo sentado frente a la radio, escuchando. Tu mente hace el resto.

Recuerdo haber visitado una cascada gigante en un glaciar de Islandia. La gente estaba ahí sobre una plataforma de roca para verla. Estaban con sus chicos. El lugar no estaba cerrado, sólo había un cable que prohibía pasar de un determinado punto. Me dije a mí mismo: “En Estados Unidos tendrían un cerco a prueba de huracanes, porque tendrían miedo a ser demandados y recibir la visita de un abogado”. Allí la mentalidad era como solía ser en EE.UU. en los viejos tiempos: si te caés es porque sos estúpido.

No se puede evitar que las cosas sucedan. Pero en Estados Unidos lo intentamos, ciertamente. Si un auto no tiene cuatrocientas bolsas de aire adentro, entonces no sirve.

Tuve un tema con la municipalidad. Fui y me encontré a una mujer sentada ahí tejiendo, nunca levantaba la vista. Yo pensaba: esto no puede ser. Cuando te eligieron para un cargo público, al menos tenés que fingir que te interesa lo que va a reclamar la gente.

Fui intendente de Carmel para asegurar que las palabras “servidor público” no fueran olvidadas. El hecho de que no necesitara serlo me hizo pensar que podía hacer más. La gente que me resulta sospechosa es la que lo necesita.

Alguien como Barack Obama era inimaginable cuando yo era chico. Count Basie y muchas grandes bandas venían a Seattle cuando era yo era joven. Podían tocar en el club, pero no podían frecuentar ni ser clientes del lugar.

Uno debería llegar a conocer a alguien realmente, realmente ser un amigo. Mi esposa es mi mejor amiga. Seguro, ella me atrae de todas las maneras posibles, pero ésa no es la respuesta. Porque me he sentido atraído por otra gente, pero después de un tiempo no pude soportarlas más.

Tengo hijos de otras mujeres que no son mi esposa. Tengo que darle el crédito a Dina por reunir a todos. Nunca tuvo el rollo de ego de la segunda esposa. Tiene una relación amistosa con mi primera esposa y con mis ex novias. Ha sido extremadamente influyente en mi vida.

No soy uno de esos tipos que han sido terriblemente activos en las religiones organizadas. Pero no les falto el respeto. Nunca trataría de imponerle mis dudas a otra persona.

Los chicos te enseñan que uno puede sentirse humilde ante la vida, que puede aprender algo nuevo todo el tiempo. Ese es el secreto de la vida, realmente, nunca dejar de aprender. Es el secreto de una carrera. Sigo trabajando porque aprendo algo nuevo todo el tiempo. Es el secreto de las relaciones: nunca creer que se tiene todo.

Los chicos que se hacen piercings, en la cara, en la lengua: ¿qué tipo de masoquismo es ése? ¿Es para demostrar que pueden soportarlo?

Estábamos haciendo En la línea de fuego y John Malkovich estaba en lo más alto de un edificio y me tenía en una situación muy precaria. Mi personaje está enloquecido y saca un arma y la entierra en la cara de John, y John rodea con la boca el cañón del arma. No sé qué tipo de símbolo loco fue ése. Ciertamente no ensayamos nada como eso. Estoy seguro de que él no lo pensó cuando lo estábamos practicando. Solamente estaba ahí. Como cuando Sir Edmund Hillary habla sobre por qué se hacen las cosas: porque están ahí. Por eso se escala el Everest. Es como un pequeño momento en el tiempo, y tan rápido como entra en tu cerebro, uno lo arroja y descarta. Hay que hacerlo antes de descartarlo. Así es como el arte verdadero tiene una oportunidad de entrar en juego.